Budapest y Danubio gris |
La ciudad (ver posteo Budapest: máquina del tiempo)amaneció con neblina lo que le daba una ambientación gris, pero eso no nos amilanó para conocer Budapest. Caminamos por la avenida Radoski, la cual tras la estación del metro Blaha Lujza Ter, se transformó en la avenida Racokzi.
Acá la ciudad deja de tener lentamente ese aire sovietizante, comenzando a tener un aire más cercano para los turistas, con carteles en inglés, recorridos en tours por la ciudad y todo el mercandishing propio para los occidentales que han comenzado a levantar la cortina de hierro hace varios años en el país.
Casco antiguo de Budapest |
Sin duda, Hungría, y obviamente Budapest, pese a estar en la Unión Europea, a simple vista tiene más similitudes con Santiago o Buenos Aires (en términos de subdesarrollo) que con Londres o París, lo cual nos hacía algo más cercano pese al inteligible idioma húngaro y al poco manejo del inglés en general que nos topamos tal vez, por la zona que nos quedamos, algo alejada del centro.
Seguimos hasta llegar al Danubio, donde el sol nos dió su primer saludo, caminamos por la costanera del río hasta arribar al puente Szécheny Lánchid, uno de los puentes mas hermosos no sólo en Hungría sino en toda Europa. Cruzamos el puente, hasta llegar al otro lado, pensábamos seguir más adelante, pero nos acordamos la clásica pregunta de nuestro periplo: ¿para donde vamos y en que? Eso nos hizo ir hacia el otro lado, a la zona de la ciudad donde se encuentran los ministerios y oficinas, para subirnos al metro de Budapest.
Escaleras mecánicas del Metro de Budapest |
Este metro, a diferencia del de Roma, Madrid o París, se quedó en la máquina del tiempo y en la Guerra Fría, además de recordarnos que estábamos en Europa del Este. El boleto, cercano a 1 dólar, era revisado por dos guardias poco amistosos (la evasión debe de ser alta) y me recordó a quienes tratan de colarse sin pagar en el Transantiago o los que buscan las mañas para no pagar en el subte de Buenos Aires (otro racconto del subdesarrollo).
Las escaleras mecánicas de la estación Kossuth Lajos tér, deben de ser de las mas largas del mundo dado que son estaciones muy profundas en relación a otras en el mundo, con un aspecto más de refugio antiaéreo que de terminal de un sistema de transporte subterráneo.
Además, el hecho de que prácticamente volaran las dichosas escaleras las hace algo más riesgosas para el que no estaba acostumbrado. Nos subimos a los coches, los cuales eran sacados de películas de la guerra fría, hicimos combinación en Deak Ferent tek, lo cual fue una proeza, dado que la señalética aparte de estar sólo en húngaro, era como las pelotas. Ahí seguimos con tipos que se rascaban las bolas sin pudor y gente que parecía que la ducha la conocían por TV o en fotos, hasta llegar a Nepliget, donde se encuentra la terminal de buses.
Si la zona de Keleti era desolada, Nepliget es un lugar que nos llevó a Latinoamérica...combis como las que puedes ver en Guatemala o Perú, atestadas esperando pasajeros para salir a Cluj, Rumania (que precisamente no está al lado) junto a una pequeña terminal de la inefable Eurolines, que acá tiene el nombre de Volanbusz, la cual tenía horarios poco convincentes para ir a Praga (nuestro siguiente destino)....6:30 am, donde hay nada, además de unos abyectos que me recordaban al de nuestro pulgoso viaje a Madrid: ni en pedo/cagando, así volvimos al centro para ver que hacíamos, pero eso es otro capítulo.
Tu primera foto me parece simplemente preciosa!!
ResponderBorrarSaludos